viernes, agosto 18, 2006

Desayuno con diamantes


Ni Audrey Hepburn es la camarera ni exactamente desayuno con diamantes lo que se dice diamantes de verdad, pero las chicas que me ponen cada mañana el desayuno son como un diamante pulidito para mi, sobre todo esa Rafi que me prepara el cola cao con amor y cariño. Unos días con la leche templada y otros con la leche caliente, según haga frío o calor, aunque yo siempre pido el cola cao a la antigua usanza, es decir, calentito, porque así entra mejor. Aunque mi cuerpo debe de ser inmune a este tipo de cacao, porque en mi no ha hecho mucho efecto. Será porque mi madre y mis abuelas son de las del Nesquik, que tiene menos fuerza, así que yo inculcaré a Pablito la cultura del cola cao.

Pues como iba diciendo no hay mejor momento en mi mañana que esa media hora del desayuno cuando bajo a restar revoluciones a mi estómago. Yo siempre me coloco por el ala derecha de la cafetería, porque ahí está Rafi, tan sonriente y amable para ponernos nuestro desayuno. Antes de acercarme a la barra oteo el horizontes de mesas a ver si puedo hacerme con una e igual que mi perra Sacha marca su terrotorio yo coloco mi supermóvil Nokia 6280 y delimito el mío. ¡Ay de quién me quite esa mesa!

Hay días en los que no hay más remedio así que desayuno a lo obrero en la barra del bar junto a la Esteban, mientras apaga un poco sus ojeras con un par de churros mojados en café con leche y cuenta día sí día también que llega tarde porque se sobó en el sofá. Estas cosas no le pasan a la Campa, que seguro que churro no desayuna con esa cara agriada que nos saca siempre.

Uno de los peores momentos no es pensar si habrá o no mesa si no qué desayunar. La variedad me abruma y mi estómago a esas horas lo quiere todo, como el de Rosa de España en sus mejores y más frondosos momentos. Y es que en la cafetería del trabajo he descubierto que el desayuno es una celebratioooooooon. Unos días, la mayor parte, prefiero tomarme junto a mi gran vaso de cola cao (de nuevo solamente Rafi me pone el vaso grande) un integral. Me da la vidilla esa barrita de pan integral bañada en aceitito con queso de burgos y jamon york... uhmmm. Otras veces cuando mi estómago está a prueba de bomba y veo que hay reservas suficientes, me pido una buena ración de churritos, que están pa chuparse la grasilla de los dedos. Y luego, a veces, me animo con las barritas de tomate, pero es que tienen un incoveniente porque casi siempre el tomate es escaso. Parece mentira que en T5 tengamos que decir que ¡Aquí no hay tomate! Ver para creer. Y la cantidad de variedades que aún me quedan por descubrir como el amor de madre o el Bin Laden. Éste último lo escuché el otro día y no sé la verdad qué puede ser. Por más que le he dado vueltas o es algo realmente explosivo como unos callos con un café cargado o es un "cruasán" atravesado por un churro. El amor de madre ya es más complicado, porque como los desayunos que me prepara mi madre no hay ninguno, pero de eso ya hablaré en próximas entregas. Solamente me puedo imaginar a mi madre en la barra preparándome el integral de todos los días.

Así son mis desayunos, para desperezarme, vitamineralizarme y poder aguntar toda la mañana hasta que un poco antes de las tres suena la campana para irme a casa. Ahora tengo por delante todo el fin de semana para pensar que el lunes será un poco menos lunes cuando vaya a desayunar. Ah! un gran aliciente es que estas semanas Lina está de vacaciones y si te quedas con hambre en el desayuno siempre puedes pillarte dos segundos en la comida sin que esta mujer, que es la versión femenina del guardián del cole de los Simpsons, te ridiculice.

Un último apunte, me encanta esa free hour de la cafetería o ese "porque tú lo vales" y entonces un día el desayuno vale una cosa y otro vale otra, pero siempre hay alguien que te lo cobra baratito por tu cara bonita, así que este es mi homenaje de viernes a esa cafetería, ese servicio y esa Rafi que nos alegra las mañanas con su: ¿Txiki, qué te pongo?